"Mereces un amor que te quiera despeinada"
Mereces un amor que te quiera despeinada,
incluso con las razones que te levantan de prisa
y con todo y los demonios que no te dejan dormir.
Mereces un amor que te haga sentir segura,
que pueda comerse al mundo si camina de tu mano,
que sienta que tus abrazos van perfectos con su piel.
Mereces un amor que quiera bailar contigo,
que visite el paraíso cada vez que ve tus ojos
y que no se aburra nunca de leer tus expresiones.
Mereces un amor que te escuche cuando cantas,
que te apoye en tus ridículos,
que respete que eres libre,
que te acompañe en tu vuelo,
que no le asuste caer.
Mereces un amor que se lleve las mentiras,
que te traiga la ilusión,
el café
y la poesía.
Frida Kahlo
ERES RUMOR QUE ACRECIENTA
EL SILENCIO.
Eres rumor que acrecienta el silencio,
paraíso inextinguible, aun herido y desierto,
que sólo tu alma
reconoce en la luz.
Cielo y tierra. Tus ojos tan pequeños,
tan hermosamente leves y tristes
como un tango que suspira esperanza.
El horizonte se desangra, y tu voz
es pájaro que fecunda las nubes,
vuelo invisible que roza la lluvia.
Giran los días como bellos soles;
en tu rostro de mujer encendida,
se avistan vastos mares y océanos.
Es insondable el silencio del miedo,
pero gravitas sobre él y te elevas,
despojándote de su hiriente mudez.
Pedro Luis Ibáñez Lérida
Las mujeres de mi vida
Al
principio, mujeres de mi vida, cuando me amamantabais con vuestros senos
mientras la boca se os emancipaba y hablaba de igualdad, os creía. Más tarde,
cuando solté la teta, empecé a sospechar al observar que vuestro cuerpo no os
obedecía.
A los quince, mi corazón latía herejías en la mesa cuando
infatigables, no podíais evitar levantaros si una servilleta deshacía con
sutileza el ángulo recto que ofrecía siempre al hombre, el pan recién hecho.
A los veinte, me fui de casa con una maleta y un ajuar de
moscas; y a los veinticinco, me enamoré de un hombre al que juré no doblar
servilletas.
A los treinta, quemé el ajuar porque el cuerpo no me respondía.
Y ahora que tengo casi cuarenta, se empiezan a someter mis manos cuando escribo
estas letras.
Por Natalia González.
LIBRE TE QUIERO
Libre
te quiero
como
arroyo que brinca
de
peña en peña,
pero
no mía.
Grande te quiero
como
monte preñado
de
primavera,
pero
no mía.
Buena te quiero
como
pan que no sabe
su
masa buena,
pero
no mía.
Alta te quiero
como
chopo que al cielo
se
despereza,
pero
no mía.
Blanca
te quiero
como
flor de azahares
sobre
la tierra,
pero
no mía.
Pero no mía
ni
de Dios ni de nadie
ni tuya siquiera.
Agustín García Calvo
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